Educación y el espíritu de la educación

Si no educamos espiritualmente no estamos, entonces, desarrollando todas las capacidades de los estudiantes, lo cual es un mandato del artículo tercero constitucional. Estaremos solo educando parcialmente, ya que la educación del Ser es el centro de la buena educación.

El espíritu de la educación

En la actualidad estamos sufriendo los estragos de una educación basada en el paradigma mecanicista que nació hace trescientos años. Estamos viviendo una gran revolución en todo, y la educación en general se ha quedado estancada, sin integrarse a este gran cambio de paradigma, sin adecuarse a las necesidades actuales del individuo y del planeta. Esta situación es patente en las escuelas de nuestro país y en todo el mundo, y uno de los problemas fundamentales es que se sigue apoyando (la educación) en las concepciones limitadas y reduccionistas de la vieja ciencia, y una de ellas es el concepto de inteligencia, que ha sufrido grandes transformaciones en función de la evolución del entendimiento del ser humano, y sin embargo la educación sigue basándose principalmente en el concepto de inteligencia desarrollado por Binet hace un siglo.

Hoy es común ver en las escuelas que los profesores y los padres de familia centran su interés en el la inteligencia racional de los niños: todo parece ir bien si el estudiante saca buenas calificaciones en las materias académicas, y pone poca atención en otras áreas del aprendizaje y de la vida. Un profesor suele considerarse como buen profesor si sus alumnos se aprenden bien las materias, y sobre todo las que tienen qué ver con el pensamiento lógico y lenguaje: en el sistema educativo de nuestro país, las matemáticas y español tienen un interés preferente. No es tan grave si el estudiante se atrasa en historia o en educación física, pero es muy grave si va en cuarto de primaria y no ha aprendido a multiplicar o dividir, o si va en segundo y todavía no sabe leer. Cuando esto sucede, “sí es un problema importante”, y se busca la ayuda de educación especial y de los padres de familia.

El único antídoto que conocemos contra esta aridez de la educación es la auténtica espiritualidad, la experiencia de lo trascendente, el trabajo sobre la naturaleza espiritual del ser humano, y esto nos lleva a la urgencia de que la educación cumpla con su misión original de formar seres humanos integrales.

La educación no puede ser integral a menos de que nos basemos en una visión integral de la vida y del ser humano; una visión que convierta la escuela en un centro espiritual que valla más allá del objetivo central de entrenar la racionalidad instrumental, e incluso, más allá de la visión postmoderna de educar desde las inteligencias múltiples, porque ello no es suficiente ni completo. La educación integral necesita integrar el nuevo concepto de Inteligencia Espiritual, porque solo así será capaz de abarcar la totalidad de las dimensiones del Ser Humano.

Nuestro entendimiento sobre la inteligencia del ser humano ha pasado por dos grandes revoluciones en los últimos cien años, lo que nos ha llevado desde una concepción sumamente limitada de la inteligencia, centrada en el la racionalidad instrumental y el lenguaje, hasta la inteligencia espiritual, que es la primera visión integral de la inteligencia.

Este modelo de inteligencia de hace cien años “nutrió un modelo educativo estandarizado, centrado en el entrenamiento de la memoria, un currículo cerrado y predeterminado, orientado casi exclusivamente al pensamiento técnico y académico. Es el concepto de inteligencia y de escuela que todavía domina la educación en nuestras sociedades, aunque ha empezado a derrumbarse por las enormes limitaciones que posee” (Ramón Gallegos Nava, Inteligencia Espiritual”)

En el año 1900 Alfred Binet estudió la inteligencia, y su trabajo nos dejó como herencia el concepto de Coeficiente Intelectual (CI), que medía básicamente las habilidades lógico-matemáticas y del lenguaje. Era adecuado para una época en que se buscaba apoyar el desarrollo en el las fábricas, las industrias y la tecnología, el concepto de inteligencia se adecuaba a las necesidades de entonces.

En 1967 Howard Gardner y un grupo de académicos de la Universidad de Harvard dan a luz a un nuevo concepto de inteligencia, que evoluciona con esto de la uniformidad del CI de Binet a la pluralidad de las “inteligencias múltiples”. Esta teoría reconoce al menos ocho modalidades de inteligencia (verbal, lógico-matemática, intrapersonal, interpersonal, naturalista, lingüística, espacial, musical, corporal). Esta nueva concepción de la inteligencia nos da una visión más rica del ser humano y sus capacidades, y nos hace pensar en una educación que ponga más atención a la individualidad, a las cualidades particulares de la inteligencia de cada quién y a los diferentes estilos de aprendizaje de los estudiantes. Con este modelo se acaba el mito de los “burros” (que por lo general son en el sistema escolarizado los que tienen menos desarrolladas las habilidades lógico matemáticas o lingüísticas). Quien no es inteligente en alguna cosa, seguramente su inteligencia se despliega más en otro ámbito.

A principios del siglo XXI hay una nueva revolución en el concepto de inteligencia: llegamos hoy al concepto de inteligencia espiritual, que es la más abarcante, es una inteligencia holista, la única capaz de permitirnos entender la totalidad de la vida y de comprendernos y ordenar nuestro interior, de ser felices y vivir una vida creativa y llena de sentido, de ser pacíficos y serviciales para los demás, de estar alegre y ecuánime, de ser amoroso y compasivo. Son cualidades espirituales naturales en todo ser humano, pero que no siempre las vemos porque están cubiertas por la cáscara de nuestro condicionamiento, de nuestro egoísmo, nuestro narcisismo, nuestra neurosis, nuestro sufrimiento. Es también la única que puede satisfacer los requerimientos de la educación para el siglo XXI, de una nueva cultura planetaria pacífica y sustentable. La UNESCO reconoce la urgencia de trabajar para una transformación integral a través de la educación que promueva este tipo de educación, y sólo la educación holista es capaz de cumplir esa gran tarea.

En la época de la modernidad tuvimos una visión uniforme de la inteligencia a través del concepto de inteligencia lógico matemática y verbal; quien fuera inteligente era porque poseía esas cualidades, y quien no las poseía no podía ser considerado inteligente. Posteriormente, en la era postmoderna la inteligencia se pluraliza, y acepta muchas maneras de ser inteligente; muy a la manera de los tiempos, entendimos que todos tienen su inteligencia de algún tipo, que no hay seres humanos muy inteligentes y nada inteligentes, sino inteligentes de diferente manera.

En la nueva época transmoderna que estamos viviendo, la visión de las inteligencias múltiples ha sido superada, y esto no podemos entenderlo a la manera mecanicista, diciendo que las inteligencias múltiples y la lógico matemática ya pasaron de moda “porque la mejor es la inteligencia espiritual”. La visión holista de la educación y la inteligencia espiritual ven la totalidad e integran lo mejor de lo anterior, por lo que la inteligencia espiritual es superior pero incluye a las anteriores, dando un orden holárquico a cada una de las inteligencias, en el es la espiritual la más elevada e incluyente.

Muchos han hablado antes de la inteligencia espiritual a lo largo de la historia, incluso esta inteligencia que es la más nueva, es a la vez la más antigua concepción de la inteligencia: podemos encontrarla por ejemplo en las enseñanzas de Buda, cuando habla del discernimiento y la visión clara, cuando habla de Vipassana. Desde entonces tenemos una explicación amplia y precisa de lo que es esa cualidad del ojo del espíritu, única que nos permite entender la totalidad. Pero aunque sea la más vieja, los avances de la cultura actual nos ha permitido entenderla en función de nuestro conocimiento y nuestras necesidades actuales, y el Dr. Ramón Gallegos Nava le ha dado orden a este concepto de una manera que no se ha hecho antes.

Una de las grandes limitaciones de la inteligencia lógico matemática y de las inteligencias múltiples es que no incluyen un componente ético. Gardner define a la inteligencia como la capacidad de resolver problemas y generar productos que son valiosos para una comunidad determinada, considerando la eficacia como punto clave. La gran insuficiencia de este concepto es que omite la parte ética, porque un terrorista, un secuestrador, un cártel de narcos, etc. pueden cumplir con los criterios que menciona Gardner, y desde esta visión serían inteligentes, porque serían sujetos que generan productos valorados por esa comunidad (dinero, poder, etcétera), resuelven problemas tales como matar sin ser aprehendidos, lavar dinero sucio sin sufrir persecuciones legales, etc. Son eficaces en lo suyo, y “son inteligentes” si los consideramos desde la inteligencia de Gardner o desde la inteligencia de Binet. Pero si consideramos a estos seres humanos desde la inteligencia espiritual, en realidad no son seres inteligentes, porque no es inteligente alguien que no respeta la vida, alguien que es violento, que sufre y causa sufrimiento a otros. Esto sólo puede comprenderse de manera cabal cuando podemos discernirlo con la inteligencia espiritual.

La inteligencia espiritual no es algo que uno se aprende para enseñarlo a la manera del los asuntos académicos, no es algo que se transmite con una buena pedagogía y ya, no es algo que depende del buen nivel académico del profesor, o de los años de experiencia en la enseñanza. El educador holista necesita en primer lugar un alto nivel de inteligencia espiritual; no es suficiente que sepa sobre educación holista, sino que debe ser un ser humano que vive con inteligencia espiritual, que ha desplegado esa cualidad y la vive cotidianamente, solo de esa manera puede ser un guía para el despertar de la inteligencia de los estudiante. El punto de partida para ser educador holista es el trabajo sobre la espiritualidad interior, un trabajo arduo para la expansión de la conciencia, para desmantelar el ego y disolver las falacias que mueven nuestra vida. Sólo un ser humano íntegro, con riqueza espiritual puede ser un educador holista, porque no se puede ser un orientador en el proceso de desarrollo de la inteligencia espiritual, si no hay una vivencia profunda de esta realidad. El ser del profesor es el instrumento principal del educador holista, no las técnicas o el aprendizaje académico o sus cualidades psicológicas como la inteligencia emocional, el liderazgo, la asertividad… y todos esos caminos tan festejados y tan huecos.

Para entender este camino de auto realización interior y para ser más certeros en este camino de despliegue de la inteligencia espiritual tenemos qué remitirnos a la filosofía perenne, a la sabiduría de las grandes tradiciones como el budismo original, porque en esta sabiduría de los grandes maestros de la humanidad se encuentra la guía para lo otro, para lo trascendente. Es un tema que no pueden entender la psicología, ni la filosofía occidental, ni la ciencia, ni la religión, ni el esoterismo. Tendremos qué confiar en los seres despiertos y sus enseñanzas, tal vez ir mas allá como aconsejaba el buda, y no atenernos a nadie, ni al buda mismo, sino atenernos solamente a nuestra ardua dedicación en el trabajo interior orientado al descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza. Solo eso nos puede llevar a la salvación individual (del sufrimiento, del engaño, de la mentira, de la falta de entendimiento…) y a cumplir con el imperativo kósmico que nos apunta hacia la evolución de la conciencia.

En educación holista se trabaja con visión integral, y el trabajo es la base que debe complementarse con un trabajo igual de arduo sobre una teoría integral. Estos dos elementos serían como el ying-yang del educador holista, la teoría integral y la práctica integral.

La práctica integral es un yoga, un camino de unión (yug=unión); se trata de unir lo que la modernidad separó en su fiebre de fragmentación, y unir también lo que nunca ha alcanzado a unirse. Esta práctica integral Ramón Gallegos la resume en tres elementos o yogas, que son Gnana, Karma y Bhakti, o sabiduría, compasión y devoción, o como los conocemos en occidente: sabiduría, amor y devoción. Este es el yoga integral para el siglo XXI, en el que la sabiduría es medular, porque nada ganaremos con mucha compasión y devoción si no hay sabiduría, si no hay discernimiento, entendimiento. Este triple camino no nos lleva a convertirnos en algo que todavía no somos, sino que es una práctica espiritual que nos lleva al entendimiento de lo que siempre hemos sido.

La educación solo podrá ser holista y espiritual si integra la filosofía perenne, porque su corazón es una práctica espiritual, y además contiene una filosofía y una metafísica profundas para ayudarnos en el camino. Como nadie más, la filosofía perenne tiene el camino para cumplir con su gran objetivo de terminar con el sufrimiento de lo todos los seres. El educador del siglo XXI tendrá qué ser un gran filósofo perenne, un gran pedagogo y un gran conocedor de la teoría integral. Se parecerá más al Gurú (“disipador de tinieblas”) que a un mecánico de coches (que sabe reparar objetos).

“La necesidad más importante del ser humano es el amor. Sin amor no podemos vivir sanamente. (…) Perderíamos el sentido de la existencia. Moriríamos. Esto sucede también con los niños. Un niño que no es amado es un niño cuyo espíritu no está siendo nutrido. Más allá de la idea de conocimiento, en términos académicos, la necesidad fundamental y más importante de un niño, de un ser humano, es ser amado. Sin embargo, muchos niños están creciendo sin sentirse amados y eso está generando patologías graves en ellos.” (Ramón Gallegos Nava, El Espíritu de la Educación).

La lectura de los últimos libros del Dr. Ramón Gallegos y la escritura de este trabajo me han remitido mucho a esta gran verdad que expresa el Dr. en su obra, y me ha hecho recordar algunas de mis vivencias que han dejado huellas importantes en mi interior a lo largo de mi trabajo en las escuelas primarias de Jerez.

Sin espiritualidad la educación no tiene futuro. Ramón Gallegos Nava.

La Inteligencia Espiritual sirve para todo. Ramón Gallegos Nava.

Bibliografía

  • Gallegos Nava Ramón (2000) El espíritu de la educación. Integridad y trascendencia en educación holista. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2001) La educación del corazón. Doce principios para las escuelas holistas. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2001) Educación holista. Pedagogía del amor universal. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2001) Una visión integral de la educación. El corazón de la educación holista. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2001) Diálogos holistas. Educación holista y filosofía perenne I. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2003) Aprender a ser. El nacimiento de una nueva conciencia espiritual. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2003) Comunidades de aprendizaje. Transformando las escuelas en comunidades que aprenden. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2003) Pedagogía del amor universal. Una visión holista del mundo. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2004) Sabiduría, amor y compasión. Educación holista y filosofía perenne II. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2004) El Camino de la filosofía perenne. Educación holista y filosofía perenne III. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2005) Educación y espiritualidad. La educación como práctica espiritual. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.
  • Gallegos Nava Ramón (2007) Inteligencia espiritual. Más allá de las inteligencias múltiples y emocional. Fundación Internacional para la Educación Holista, Guadalajara.

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