Sistemas de representación política

Desde una perspectiva muy general, el sistema de representación política o sistema representativo, es el que está regido por normas, instituciones y procedimientos técnicos, que permiten asegurar las funciones de la representación política, dentro de las estructuras sociales y políticas vigentes en un momento dado.

La representación se desarrolla en tres direcciones opuestas: a) como mandato o delegación, b) como representatividad, c) como responsabilidad. El primero se deriva del derecho privado y se caracteriza por una doctrina más jurídica. El segundo se deriva del enfoque sociológico. La representación es esencialmente un hecho existencial de semejanza. La tercera dirección se relaciona con el Gobierno responsable y es la de interés para el análisis.

Contexto histórico

Para poder observar mejor la evolución histórica de la representación conviene tomar como objeto de análisis la Revolución Francesa. El tema central es que los representantes surgidos de la revolución no representan a una circunscripción sino a la nación y que hay una gran diferencia entre pueblo y nación. Este hecho marca una diferencia fundamental con la representación estamental medieval. Mientras que en su acepción corriente el término representación implica una dualidad de la voluntad la representación tal y como fue entendida en 1789 no pone en cuestión más que una sola voluntad: la de la nación representada.

Para encontrarle el sentido a esta diferencia es importante conocer la interpretación de Burdeau: “…. Los hombres de la constituyente no eran ni los soñadores ni los utópicos que se dice. Sabían bien de qué estaba hecha la irracional voluntad del pueblo… No era, por lo tanto, a aquella voluntad a la que pretendían reconocer las prerrogativas de la soberanía. Educados en el culto de la razón, creyentes en la virtud de las luces, no podían reconocer como voluntad soberana más que a una voluntad reflexiva, ponderada y unificada…”

Pese a que para los anglosajones siempre ha sido un tema sospechoso la noción de nación, hasta uno de los más conocidos enemigos de la revolución, el inglés Burke, reconoció (discurso en 1774 en Bristol) la importancia de que los representantes no deben representar a los que mandan sobre ellos (mandato imperativo), sino deben representar a la nación.

Los cuerpos representativos medievales constituían canales intermediarios entre los que eran mandados y el soberano: éstos representaban a alguien frente a algún otro. Pero en la medida en que el poder del parlamento crecía, y cuanto más se situaba el parlamento en el centro del organismos estatal, en la misma medida los cuerpos representativos asumían una segunda función: la de gobernar sobre los ciudadanos. Por eso, a un cuerpo representativo inscrito dentro de un Estado, le debe ser permitida la autonomía que necesita para operar a favor del Estado (la nación organizada jurídicamente).

Representación política y elecciones

¿Puede haber representación (política) sin elecciones? Con frecuencia se responde que sí. Sin embargo un miembro del parlamento no puede ser revocado a discreción, y el único control al cual no puede escapar es el electoral. La ausencia de reelección es la única forma de disuasión. Esta es la razón por la cual el método de creación del representante adquiere una importancia decisiva. Sin estos mecanismos, los representados estarían a merced de sus denominados o presuntos representantes. Y desde el momento en que la representación política está únicamente protegida por la salvaguarda electoral, no puede existir representación sin elecciones.

Si no podemos tener representación política sin elecciones, lo contrario no es cierto. Podemos tener elecciones sin representación. El caso de la elección de Papa es un buen ejemplo. No puede existir representación política mientras que el representante no sienta la expectativa de aquellos a quienes representa y no la sienta como una expectativa vinculante. Por lo tanto, la representación no es una idea sino que es también un deber. Por consiguiente, el procedimiento electoral tomado por si mismo podría poner en el cargo a un jefe absoluto. Esto no demuestra que las elecciones no sean un medio necesario; prueba únicamente que no son un medio suficiente.

Las elecciones son una cosa y la representación otra. Sin embargo, la moderna representación política es representación electiva, desde el momento en que es esta asociación la que convierte a la representación, al mismo tiempo, en política y moderna. La representación virtual – donde se da una comunión de intereses y una simpatía en los sentimientos y en los deseos entre aquellos que actúan en nombre de cualquier acepción del pueblo, a pesar de que los fiduciarios no hayan sido elegidos por aquel – requiere el apoyo y las garantías de una representación hecha “actual” por el instrumento electoral.

Determinación de los sistemas representativos

Características y condiciones de los sistemas representativos:

1) El pueblo elige libre y periódicamente un cuerpo de representantes; 2) Los gobernantes responden de forma responsable. 3) Los gobernantes son agentes o delegados que siguen instrucciones. 4) El pueblo está en sintonía con el Estado. 5) El pueblo consiente a las decisiones de sus gobernantes. 6) El pueblo participa de modo significativo en la formación de las decisiones políticas fundamentales. 7) Los gobernantes constituyen una muestra representativa de los gobernados. Sin embargo cada uno de estos conceptos tiene sus debilidades y deficiencias.

Relación entre responsabilidad y representatividad

En cuanto a la relación entre la responsabilidad y la representatividad, la tesis es que nos sentimos representados por quién pertenece a nuestra misma matriz de extracción porque presumimos que aquella nos personifica, es totalmente verosímil que una persona se sienta mejor representada cuando el representante es alguien como él. Sin embargo se puede plantear la hipótesis de un parlamento que sea un perfecto espejo de similitudes de extracción y que sin embargo, no reciba de hecho las demandas de la sociedad que refleja. Esto se explicaría porque el responder responsablemente tiene prioridad sobre la semejanza.

La idea de responsabilidad tiene dos caras: a) la responsabilidad personal hacia alguien, es decir, la obligación del representante de responder al titular; b) la responsabilidad funcional, o técnica, de alcanzar un nivel adecuado de prestaciones en términos de capacidad y eficiencia. La primera es una responsabilidad dependiente la segunda independiente. En el primero el representante hace las veces de otro. En el segundo se pretende del representante una conducta responsable. Se desprende que la expresión “Gobierno responsable” implica dos expectativas: a) que sea receptivo y sensible, debiendo responder por lo que hace; b) que actúe con eficiencia y competencia. Uno sería un gobierno receptivo y el otro un gobierno eficiente.

Pero cuando llegamos a la representación política adquiere preeminencia otra tarea, perseguir el interés de todos, sea cual fuere la suerte de los intereses particulares. Precisamente por eso la distinción entre la responsabilidad dependiente e independiente es crucial. Es sobre la base del propio margen de independencia, es decir, de responsabilidad funcional, por lo que un gobierno tiene derecho a subordinar los intereses sectoriales en la búsqueda de los intereses colectivos. No podemos pretender que un gobierno ceda y al mismo tiempo resista a las demandas de los gobernados. No podemos conseguir simultáneamente más receptividad y más responsabilidad independiente.

Tipos de representación política

Básicamente hay dos tipos de sistemas representativos en base a su origen: Tipo Inglés y tipo francés. El tipo Inglés esta basado en un método electoral uninominal que atribuye un limitado margen de elección al elector y favorece un sistema bipartidista; mientras que el tipo francés está basado sobre un método electoral proporcional que permite al elector un amplio margen de elección y facilita los sistemas multipartidistas. El tipo Inglés sacrifica la representatividad del parlamento a la existencia de gobierno eficiente, mientras que el tipo francés sacrifica la eficiencia del gobierno a la representatividad del parlamento. Podemos pensar en soluciones intermedias, más equilibradas, aptas para conciliar eficiencia y representación.

En conclusión, un sistema representativo no puede existir sin elecciones periódicas capaces de hacer responsables a los gobernantes frente a los gobernados. Sin embargo, un sistema político se califica como representativo en el momento en que unas prácticas electorales honestas aseguren un grado razonable de respuesta de los gobernantes frente a los gobernados. Por el contrario, un sistema político no se califica como representativo si un solo jefe reivindica en exclusiva la representación de la totalidad. La función representativa debe ser confiada a un grupo colectivo numeroso para que exprese distintos intereses y puntos de vista.

Partidos y representación política

Al ser elevadas las cifras electorales, los partidos son un modo para reducirlas a un formato manejable. Una cosa es el partido como filtro de la representación política. Y otra es el partido como Rey como dominus efectivo de la representación. Una visión realista de los procesos representativos se plantea frente a un proceso con dos fases:

  • Una relación entre los electores y el partido,
  • y una relación entre el partido y sus representantes.

Los electores escogen al partido, pero los electos son elegidos en realidad por el partido. Según Duverger, al representante moderno se le confía un doble mandato. Uno de sus electores y uno del partido. Y es el mandato del partido, el que prevalece sobre el mandato electoral.

Todos estos desarrollos parecen indicar que el problema sigue siendo más de responsabilidad, de mejorar las prestaciones en términos de responsabilidad funcional sin poner en peligro lo esencial de la responsabilidad dependiente, si embargo el grueso de la literatura siente el problema de la representatividad bastante más que aquel de la responsabilidad. Lo que tiene, a luz de las consideraciones anteriores, un sabor anacrónico.

Referencia:

Irene DELGADO SOTILLOS, Lourdes LÓPEZ NIETO Comportamiento político y sociología electoral. Editorial UNED.

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